La portada

Con cada libro que publico aprendo algo sobre el proceso de edición. No basta, al menos para mí, con entregar el manuscrito y corregir las galeradas. Yo quiero que mis libros cuenten cosas desde la portada. Y de momento nadie viste mejor a mis hijos de papel que yo. Cuando empecé a pensar sobre la portada, sólo me venía el color rojo. Al fin y al cabo para mí ése es el color del hilo invisible. Le di muchas vueltas y fui probando diferentes posibilidades. La portada del libro anterior estaba llena de colores y texturas. En efecto, Coaching Mágico exibe un collage de diferentes piezas en el que quería contar muchas cosas.

En este libro quería comunicar fuerza y vida, por eso el rojo. Un día, harta de no dar con lo que quería me puse frente a las cartas. Desplegué sobre la mesa y el suelo y el pasillo todos los mazos que tengo. Pasó el día y no daba aún con algo que me respondiera a lo que interiormente quería y que aún no sabía cómo vehicular. Dejé las cartas tal como estaban dispuestas y me fui a dormir. Al día siguiente volví a ello. Recogí las cartas. Y me puse a mirarlas una a una repitiendo el título del libro. Pasaban las cartas y continuaba sin hallar lo que buscaba. Pasaron tres días más. Y otros dos. Ya en el séptimo día comencé a repasar mi mazo Visconti Sforza. Al ver la carta de El Sol, lo tuve clarísimo. La carta tenía que estar en la portada.

Me interesaba sobretodo la figura de este niño sosteniendo el sol. Es una imagen de superación. Quién sabe qué depara el destino. Seguramente habrá más de una prueba. Lo que creo que más importa es que cada uno pueda destilar su propia esencia y brillar sin quemarse con su sol entre las manos. El destino me parece más obra humana que divina. Al fin y al cabo lo que cuenta es nuestra respuesta y no tanto la pregunta, me parece. Y me gusta imaginar que todos salimos triunfantes, enarbolando nuestro sol con la alegría y la inocencia de un niño y la sabiduría de un anciano.

Me gusta la idea de que quien vea la portada pueda pensar todo eso y que tenga confianza en ese niño que jugando como un ángel sabio se erige despreocupado sobre el mundo.



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