Elegir: el mito de Tetis y Peleus III


Zeus determina que sea un mortal quien dictamine cuál de las tres diosas es la más hermosa, si Venus, Athenea o su propia esposa. Lo mejor es que sea el primer mortal que se encuentre. Peleus no está y en la fiesta sólo quedan dioses y semidioses. Rápidamente un mensajero baja del Olimpo y al primero que ve es al hijo de Príamo, rey de Troya. El mensajero se encuentra con Paris que estaba tomando el fresco en lo alto del Monte Ida en ese cálido domingo por la tarde. ¿Y cómo hace un mortal para decidir cuál es la más hermosa de las diosas? No las conoce, nunca ha conocido a ninguna y ahora de la noche a la mañana tiene a tres delante suyo, las tres son diosas, divinas y, por supuesto, hermosísimas.

Supongo que nos pasaría lo mismo si nos preguntaran cuál ha sido el momento más hermoso de nuestra vida. Un único momento. Una única diosa. Quizás nos pondríamos a pensar en lo que nos deparó cada uno de nuestros hermosos momentos. No vale si hemos tenido un único hijo, como mínimo para entender la situación de Paris deberíamos haber tenido dos, sino sería muy fácil. Paris se sintió confuso. Las diosas se dieron cuenta y cada una de ellas le ofreció algo a cambio de que eligiera a una de ellas como la más hermosa. Hera le prometió reinos y Athenea, éxitos. Afrodita no tuvo que ofrecer nada porque Eros, el ancestro directo de nuestro Cupido y que cumple las mismas funciones, estaba por allí y blandió una de sus amorosas flechas hacia el joven Paris. Obviamente el muchacho se rindió ante la bella diosa del amor. Ella como agradecimiento le otorgó su protección y la mano de la mujer mortal más hermosa. Esa era Helena que para acabar de complicar toda la historia estaba bastante felizmente casada con el Rey Menelao. No podemos decir que fueron felices y comieron perdices, etc., etc. Así se originó la famosa Guerra de Troya.

Preguntas y respuestas de una decisión, más preguntas y quizás más respuestas

Los etcéteras suelen tener más peso de lo que parecen, al menos nos ahorran contar una y otra vez lo que no tenemos ningunas ganas de repetir. Suelen ser un contundente argumento. En ellos pensaba mientras se prodigaba la mañana lluviosa. Preguntas y respuestas y más allá una elección, quizás para cuando saliera el sol. Pero en realidad ni tan siquiera mucho más allá, sino desde la pregunta misma ya estamos asumiendo una elección. Ésta es una de las enseñanzas del Tarot: en la tensión de la duda ya está la elección.

La decisión puede ser una “fiesta” a la que convidamos a diferentes cuestiones. Mi “ocasión” es el tema laboral. En mi lista de invitados están la estabilidad salarial, el progreso profesional (que no siempre se sientan juntos en este tipo de fiestas), la capacidad de asumir nuevos riesgos, el desafío al vacío, la necesidad de avanzar, las ganas de aprender, la libertad, la decisión en sí misma, la valoración de mis capacidades, mis propias posibilidades y más etc., etc.. Los invitados pueden ser tantos como los de una gran boda celebrada en un palacio o tantos como un encuentro íntimo de dos que festejan su aniversario.

Desde el principio de este segundo capítulo estamos dándole vueltas al mismo tema porque este arcano es fundamental en la estructura general del tarot. Podemos incluso imaginar que hay diez cartas más que giran en torno suyo, como si fuera uno de los ejes de los veintidós arcanos. El otro eje se encuentra en la carta XVII. Ambos, de maneras complementarias, señalan la importancia del libre albedrío y de nuestra capacidad para estar en sintonía con la Vida (así en mayúsculas).

Una elección puede parecer a veces fácil y otras, no tanto. ¿En qué reside la diferencia?

Ilustración: Abraham Bloemaert, Las bodas de Tetis y Peleus, 1638, La Galería Real de Pinturas Mauritshuis

1 comentario:

Salina Jaime dijo...

sinceramente no me gusta este comentario porque no es verdad... pero de lo he passado muyyyy bienn!! gracias!!!