El destino y las historias de las Fátimas II

Pero cuando llegó a su casa se enteró de que había perdido todo su dinero al ser capturado un cargamento por piratas. No podía afrontar los gastos que le ocasionaba tener trabajadores, de modo que él, Fátima y su mujer quedaron solos para llevar a cabo la pesada tarea de fabricar mástiles. Fátima, agradecida a su empleador por haberla rescatado, trabajó tan duramente y tan bien, que él le dio la libertad y ella llegó a ser su ayudante de confianza. Fue así como llegó a ser relativamente feliz en su tercera profesión.
Un día, él le dijo:
-Fátima, quiero que vayas a Java, como mi agente, con un cargamento de
mástiles; asegúrate de venderlos con provecho.

Ella se puso en camino, pero cuando el barco estuvo frente a la costa china, un tifón lo hizo

naufragar y, una vez más, se vio arrojada a la playa de un país desconocido. Otra vez lloró

amargamente, porque sentía que en su vida nada sucedía de acuerdo con sus expectativas.

Siempre que las cosas parecían andar bien, algo ocurría, destruyendo todas sus esperanzas.

-¿Por qué será - exclamó por tercera vez- que siempre que intento hacer algo, se malogra? ¿Por qué deben ocurrirme tantas desgracias?


Pero no hubo respuesta. De manera que se levantó de la arena y se encaminó tierra adentro.

Ahora bien, sucedía que nadie en China había oído hablar de Fátima ni sabía nada de sus

problemas. Pero existía la leyenda de que un día llegaría allí cierta mujer extranjera, capaz de

hacer una tienda para el emperador.

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