Elegir: el mito de Tetis y Peleus VIII

En la historia que nos cuenta el Tarot los arcanos VI, XIII y XX están estrechamente relacionados. El arcano XIII es la calavera y a punta a lo más esencial de la vida, a su esqueleto, a lo que la sostiene ya su esencia. Mientras que el arcano XX, el Juicio, nos habla de la nueva vida después de la muerte (no de la física sino de las situaciones que nos hacen morir para renacer como mariposas que nacen de sus orugas), de los lugares que nos pertenecen cuando desarrollamos nuestra esencia. Con estos breves apuntes ya podemos señalar que el ángel nos trae un gran mensaje desde y hacia el desarrollo fundamental de la vida más allá de nosotros mismos.





Desde el amor y las emociones (arcano VI) recorremos cuanto atraviesa nuestro sistema nervioso central (XIII) hacia nuestra postura ante el futuro. Ésta es la zona que no vemos y que nos permite andar con nuestro bagaje, con lo que hemos aprendido y lo que a veces necesitamos desaprender. El tarot viene a mostrarnos algo que parece erguirnos como un esqueleto: nuestras emociones. En efecto, el arcano VI hace referencia a la ternura, las dulces maneras, las palabras amorosas y cuidadosas, del contacto humano, del reconocerse y cómo no, del enamorarse (y no sólo de una persona). Sólo hay dos cartas en todo el Tarot en el que los protagonistas se reconocen y se tocan y en las que se muestran los mismos puntos energéticos dirigidos por las

emociones y la fuerza vital






En el arcano que nos ocupa, el de Los enamorados, se inicia el proceso vital que nos conducirá hacia nosotros mismos. Y en este comienzo el Tarot nos habla de reconocernos desde el amor. Más allá de que sea una idea muy trillada (y por algo lo será) es la única fuerza capaz de dar vida y de impulsarnos hacia ella. Viene más allá de nosotros como un ángel de extraordinaria fuerza y concentración. Quien alguna vez haya probado tensar un arco sabe de qué tipo de fuerza estamos hablando, no es tan sencillo como parece y menos aún hacerlo de tal manera que parezca que no estamos haciendo ningún esfuerzo y blandirlo de forma grácil.

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