Elegir: el mito de Tetis y Peleus I


Si hay algo que está íntimamente asociado con el destino es el elegir. Si creemos en el destino, como es mi caso, implica creer que nos viene dado un espacio por el que movernos. Incluso a veces se puede ensanchar a niveles insospechados y superarnos a nosotros mismos. Hay muchas personas que se toman el destino con pizcas de fatalidad.

El primer mito conocido que hace referencia al momento de una elección, de las decisiones, desencadenó una de las grandes guerras de la historia, la de Troya se armó a raíz de todo esto que ocurrió en la fiesta de Tetis y Peleus. Y en el ánfora de la imagen los podéis ver o si podéis daros una vueltecita por el Louvre, también.

La diosa Tetis y el mortal Peleus estaban preparando la lista de invitados a su boda. Estaban felices y deseaban que todo fuera acorde al ritmo de su dicha. Quizás esa fuera la causa por la que hubieran decidido no incluir a Eris entre los invitados. Eris también era una diosa y convivía con las demás deidades del Olimpo. Desde tiempos inmemoriales ha sido muy complejo esconder algo en una gran familia y más cuando se trata de un gran secreto. Como es de suponer, Eris se enteró de que no sería convidada a la boda. Quizás nos convenga recordar que Eris era la diosa de la discordia. Podemos incluso ponernos en su piel e imaginar su semblante en los mismos exactos segundos en los que por boca del rumor de turno supo que su presencia no sería bienvenida en la feliz fiesta.

Tal vez no hubiera ni tan siquiera ocurrido así, conociendo a Eris. Es muy posible que fuera ella misma la que inventara tal agravio con tal de justificar cuanto hizo después. O tal vez han sido los lectores de dicha historia quienes a lo largo de años y siglos que no pudiendo enfrentarse a un acto de gratuita desidia, se compadecieran de tan infortunado personaje- perdón, Diosa- y crearan un pequeño acto de flaqueza humana en medio de la dicha suprema de los dioses Tetis y Peleus. El amor de los dioses, de esta manera, estaría asegurado y protegido si Eris no asistía. Puede que Tetis hubiera insistido que a esa mala pécora no quería ni verla en su fiesta y que Peleus, por amor, accediera mientras imaginaba las previsibles consecuencias. Quizás fuera justo al revés, que el mortal Peleus fuera irrevocable, que a Eris no la invitamos y punto. Tetis, entonces, habría bajado la vista mientras tachaba el nombre de la lista con la delicadeza y la gracia propias de una diosa.

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