Tiempo de cambios IV

Quien haya sufrido una mudanza en la vida sabe que se trata de algo agotador. El momento no resulta nada sencillo, simplemente porque irse de un lugar a otro no es fácil. A veces elegimos mudarnos y otras tantas tantas veces ni tan siquiera lo hemos soñado.

Lo que parece simplificar este tipo de cambio es el llanto. Un duelo es algo fundamental para recuperarnos y abrirnos a lo que nos espera, ya limpios de consecuencias inconscientes. El llanto opera como una lluvia que riega y bendice la tierra guiando hacia su propio destino aquello que ha quedado atrás. Llorar es tan necesario como reír, si estás triste no permitas que nadie te quite tu necesidad de llorar, te estás lavando el alma.

¿Qué podemos hacer? Quizás escribirnos una carta y remitirla a esa parte de nosotros que sí quiere cambiar, existe aunque no lo quieras. Hazlo como si fuera una vieja amiga a la que no ves desde hace tiempo. Date tiempo para hacerlo, no tiene por qué salir de un tirón, puedes dedicarle entre 4 y 13 días ¿Qué le contarías sobre tu vida actual? ¿En qué le pedirías ayuda? Otra cosa que puedes hacer es imaginar que te vas de viaje muy lejos, incluso a otro planeta y que no puedes llevarte casi nada. Pero es que hasta las ideas te pueden pesar en ese nuevo planeta. Como si cada una de las cuestiones, ideas, sentimientos, personas y objetos que conforman tu vida tuvieran que ser revisados. ¿Con qué te quedas?

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