Para que la noche de Reyes todos los niños duerman


Al osito Moche no le gustaba la noche

Había una vez una noche. No era una noche cualquiera. Un osito dormía con una sonrisa mientras una estrella le cantaba. ¿Y cómo puede ser esto? ¡Ah! Es una historia muy larga…

Había una vez un osito que en medio de la noche oscura abría los ojos muy muy grandes. Tan grandes que veía osos grandes, sombras de enormes leones y cazadores gigantes.
Fue a su mamá y le dijo: -Mamá está muy oscuro y no me gusta la noche.

La mamá le dio muchos besos y le preguntó:
-¿No tienes sueño?
Y el osito Moche, le dijo:
- ¡No, no, porque no me gusta la noche!
La mamá le hizo cosquillas y le volvió a preguntar:
-¿No tienes sueño?
Y el osito Moche, le dijo:
- ¡No, no, porque no me gusta la noche!
La mamá le cantó una canción dulce y bonita.
Y el osito Moche repitió:
- ¡No, no, no tengo sueño porque no me gusta la noche!

De día el osito Moche se quedaba dormido. Se dormía al lado de una mariposa, debajo de un árbol, encima de una piedra, en la hierba y en la tierra. ¡Por todas partes! Su mamá también se dormía, mientras recogía miel, cuando estaba a punto de pescar el almuerzo y mientras vigilaba a su osito Moche para que no le pasara nada.

Y llegó otra noche. Papá oso se durmió y roncó. Mamá oso le dio un beso a Moche y se durmió porque estaba muy cansada. El osito Moche cerró los ojos y de repente se acordó de que era de noche. No se había dado cuenta de tan cansado que estaba. Abrió los ojos muy grandes y gritó:
- ¡No, no, no me duermo porque no me gusta la noche!

La mamá abrió un ojo, no podía abrir los dos. Y le hizo cosquillas, le dio besitos, le contó un cuento precioso y le cantó una nana de un osito que sí dormía. Pero la que se durmió fue ella mientras Moche gritaba con más fuerza y hacía retumbar la cueva:
- ¡No, no, no me duermo porque no me gusta la noche!

Al día siguiente papá oso se quedó dormido encima de un árbol y todos los árboles de un bosque se cayeron ¡Qué desastre! Mamá oso también se quedó dormida y perdió la comida. Y el osito Moche se quedó dormido al lado de una serpiente. ¡Uy, uy, uy, qué peligro!

Menos mal que empezó a llover, sonaron truenos y relámpagos. Papá oso se despertó, mamá oso se levantó y la serpiente se fue corriendo asustada. ¡Qué truenos! ¡Qué relámpagos! Pero lo peor fue que se hizo de noche.

El osito Moche no estaba en la cueva. Papá oso lo buscó y mamá oso lo llamó. Pero nadie contestaba. El osito Moche estaba en medio del bosque oscuro con los ojos cerrados pensando: «Ay, ay, a mí no me gusta la noche». Y entonces abrió un ojo sólo un poco. Como los relámpagos dan mucha luz, podía ver el camino de regreso a su cueva perfectamente. Se puso muy contento y se fue corriendo.

¡Qué felicidad cuando mamá oso y papá oso lo vieron llegar! ¡Qué felicidad estar los tres juntos! El osito había vuelto a casa y solito. Los tres pensaban lo mismo: «Al osito Moche finalmente le gusta la noche»

Todos estaban cansados, además. Así que se fueron enseguida a la cama. Después de la lluvia, vino la calma. Entonces el osito Moche abrió un poquito un ojo y luego el otro. Todo estaba oscuro. Abrió los ojos muy, muy grandes y gritó:
- ¡No, no, no me duermo porque no me gusta la noche!

¿Y qué se podía hacer si al osito Moche no le gusta la noche? Es como cuando no te gusta el helado de fresa o el de chocolate, es cuando no te gustan las flores o no te gusta cantar. Papá oso pensó mucho. Mamá oso, también. Pero de día todos se dormían en los lugares más increíbles.

Una vez el osito Moche se quedó dormido cerca de un panal de abejas con un poco de miel en la nariz, dos abejas malhumoradas le picaron en la nariz que se volvió como un globo rojo.
Otra vez mamá oso se quedó dormida mientras caminaba y se cayó por un barranco, que por suerte no era muy profundo. Y otra vez le pasó a papá oso que se cayó de otro árbol muy alto y por suerte se cayó encima de un montón de hierba fresca y no se hizo mucho daño, sólo le dolía un poco la cabeza.

Las cosas en esa familia oso no pintaban bien. ¿Pero qué podían hacer?

Un día de verano, el osito Moche se quedó dormido en el río. Y la corriente lo llevó y lo llevó. Los peces le hacían cosquillas y él creía que estaba soñando. El río tenía mucha agua y bajaba y bajaba. De repente el osito estaba en el mar. Pero estaba tan dormido que no se dio ni cuenta.

Un marino que por allí estaba con su vieja barca pescando vio algo… algo muy raro. ¿Qué era aquello? ¡Ah! Ojalá fuera un gran pez. El marinero no había pescado nada en días y tenía que llevar algo a su familia.

Pero el marino en seguida se dio cuenta de que aquella cosa con pelo no era un pez, ni una ballena. ¡Ni un tiburón! No, no señor. ¿Qué era aquello? El mar estaba tranquilo. Estaba atardeciendo. El marinero abrió los ojos bien grandes. ¡Aquello era un oso!
El marinero era anciano, había vivido muchos años y había visto muchas cosas, había navegado por muchos mares y era muy valiente. ¿Pero un oso en medio del mar? Inaudito, inaudito. Se quedó allí paralizado. Se hizo de noche.

Entonces automáticamente el osito Moche abrió un ojo, abrió el otro. Y casi se ahoga. Entonces vio un gigante y se puso a gritar:
-Ay, ay, a mí no me gusta la noche.
Gritaba y lloraba. El osito Moche estaba realmente asustado. Y como lloraba no veía nada. No se dio cuenta de que el marinero lo había subido al barco.

El osito Moche miraba al marinero. El marinero miraba al osito. Los dos con los ojos muy abiertos y muy grandes.
-No tengas miedo, chiquitín, yo te ayudaré- dijo el marinero con una voz muy dulce y sonriendo.

Algo muy sorprendente sucedió. El osito Moche lo entendió y además le contestó:
- Soy Moche y no me gusta la noche, quiero estar con mi mamá y mi papá- mientras no dejaba de rebañar el tarro de miel que le había dado el marino Manuel.

-Hola, osito Moche. Yo me llamo Manuel y como ves soy marinero. Bueno, supongo que vives en el bosque pero… ¿tú sabes dónde? – le preguntó el marinero mirando a lo lejos
-No, no, no sé y es de noche, no, no, no me gusta nada la noche- volvía a sollozar Moche
- ¿Por qué?- al marinero Manuel le parecía muy extraño que a alguien no le gustara la noche
- No sé, no me gusta y ya está. En la noche pueden pasar cosas extrañas- susurró el osito
- Claro, claro- el marinero lo entendió perfectamente

Entonces Manuel el marinero le contó al osito que era verdad que en la noche pasan cosas extrañas. ¡Ah, él bien lo sabía! Pero también es cierto que las estrellas siempre nos protegen. Ellas siempre cuidan a los marineros y les ayudan a encontrar el camino. La luna con su luz puede mostrar los caminos que señalan las estrellas. Y el viento que las escucha, puede hacer que sigamos los olores lejanos hasta dar con ellos. Y el agua, el agua canta despacito en la noche del silencio para que no estemos solos.

El marinero Manuel le dijo al osito que todo lo que le estaba contando era verdad. Y que ahora lo iba a comprobar. Se acercó a la orejita del osito y le dijo despacito:
- Osito Moche, mira en la noche y busca a tu estrella. Cuando la encuentres dile que te ayude como ayuda a los marineros de todo el mundo desde siempre.

Y el osito por primera vez en mucho tiempo miró la noche, levantó el hocico al cielo y vio que una estrella brillaba más que las otras. Parecía que le hacía guiños. Incluso le pareció que se movía un poquito. La estrella le estaba saludando:

- Hola, amiga estrella- dijo el osito Moche feliz
- Hola, osito Moche- le contestó al estrella brillante

La estrella los llevó en dirección al bosque. Y cuando llegaron a la tierra, el marinero Manuel acompañó durante un rato al osito. Luego él siguió solo con la estrella.

¡Qué felicidad! ¡Qué alegría! Mamá oso, papá oso y Moche bailaron de lo contentos que estaban de estar juntos otra vez. Parecía que las estrellas brillaban más.

Y desde esa noche el osito Moche duerme sin miedo y le gusta la noche porque su estrella le canta para que descanse en el país de los sueños y se despierte fresco y feliz.

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