Tiempo de cambios I


Y todo se acabó

Reyes destronados

El futuro viene después del pasado

No quiero

Cambiar, como si fuera tan fácil. ¿Y luego quién te dice que el cambio puede salir bien? A veces lo mejor es asegurarse. Otras veces, no hay que dudar en tirarse a la piscina. A lo mejor hay una manera intermedia que no duele tanto o no asusta tanto. Hay gente que siempre parece estar bien. ¿Será que a ellos les afecta menos? Seguramente no les afecta tanto o tal vez su vida transcurra como una balsa de aceite. El cambio, el cambio. No es lo mismo cambiar de novio a los 16 que acabar con una relación a los 45. No es igual perder tu trabajo a los 20 que a los 50. No es lo mismo que se te muera un ser querido a los 20 que a los 90. ¿Será cuestión de tiempo?

Otras veces no tiene nada que ver con el tiempo. Si te enfermas en un país lejos de casa donde no hablas el idioma, no es lo mismo que en casa. Y si te enfermas en un país sin apenas asistencia sanitaria no es igual que si te sucede en un país donde todo está cubierto por un moderno y eficiente sistema sanitario. ¿Será cuestión de espacio, del lugar donde te toca esto o aquello?

¿Si una amistad en la que he invertido lo mejor de mise acaba, es diferente este final dependiendo de la edad o del lugar donde vivo o de las circunstancias?

Quizás no se trate tanto de circunstancias sino de lo que uno ha hecho. ¿Si hubiera procedido de otra manera, si hubiera hecho más o incluso menos, ¿sería diferente o me habría asegurado las cosas de otra manera?

Un cambio drástico puede hacernos sentir anclados y fuera del mundo. Sabemos también que de alguna manera, cuando todo haya sido superado, seremos más maduros. Mientras, nuestra fe y nuestros miedos están presentes. Nos levantamos de la caída aún titubeantes. Tomamos conciencia de algunos errores y de algunos aciertos, rescatamos lo mejor de nosotros mismos. Y abrazamos una voluntad de salir adelante, de ponernos en una dirección, mientras nos cuesta ponernos manos a la obra de lleno.

Los cambios consumen tiempo y espacio. Necesitamos ajustarnos a la nueva realidad y para ello las horas suelen parecer más de las que quisiéramos y el mundo se nos hace pequeño y extraño, unas veces, y demasiado grande y ajeno, otras. Pero hay otras maneras de pasar por lo mismo una vez que el mundo se nos ha caído a los pies y todo pierde sentido, estamos conmocionados al punto de no poder reaccionar. No sabemos qué hacer e intentamos salir delante de más de una manera, sin precisar el rumbo, sin una dirección clara ni una actitud concreta.

Cuando nos damos cuenta de que nos chocamos a diestro y siniestro, nos imponemos a la fuerza como unos pequeños grandes dictadores. Entonces exigimos un cierto reconocimiento exterior, aunque con la boca pequeña, esperando unas reacciones determinadas que parecen no darse, mientras que las reacciones que sí se dan no las vemos porque tenemos la mente fija en lo que debe ser y no acaba de acontecer. El miedo es cada vez mayor, como si nos hubieran dejado dentro de un túnel negro sin salida, sin un resquicio de luz. Acumulamos tanta tensión que nuestras fieras internas acaban rebelándose y explotamos. Sea como fuere la mayoría de las veces tenemos la sensación de que se nos escapa algo, hay algo que no acabamos de atrapar.

Hay muchas maneras de responder frente a los cambios, cada uno tiene su camino para ello así como oportunidades para hacerlo cada vez mejor. Hay quien racionaliza cuanto ha sucedido; hay quien llora y llora sin parar hasta que las lágrimas se le acaban; hay quien busca la simpatía de los demás, hay quien la rechaza, hay quien se esconde, hay quien lo celebra. Y hay quienes, como yo, investigamos sobre el tema. Y hay muchas maneras más, todas humanas. Lo hagamos como lo hagamos no podemos negar que se trata de un proceso. A veces resulta más largo de lo que deseamos, puede que sea muy corto e intenso como una eternidad.

No hay comentarios: