La suerte del destino de Aladino II

Mi pequeño Aladino

Hay momentos en los que sentimos que las ocasiones no llegarán somos como un pequeño Aladino o un patito feo. A veces nos encontramos en el lugar equivocado y otras estamos en el correcto, pero aún así la suerte no viene a visitarnos. Vamos a hacer un pequeño viaje imaginario para ir a conocer nuestro Aladino interior. Lo escucharemos y también le comunicaremos que aunque todo parezca un callejón sin opciones, éstas vendrán a su tiempo. Tiene que creerlo, creer en su estrella. Nadie puede ser libre si no es capaz de imaginarlo. Además ha de saber que si bien muchos dicen que tiene “… grandes defectos y de perversas inclinaciones.”, nosotros sabemos que hay más, que se ha “… educado en el más completo abandono…”, que no es esencialmente culpable y que tiene derecho, como todo el mundo a ser feliz. Se trata de algo fundamental porque si no cree que se merece algo mejor, tampoco sabrá aceptarlo, lo rechazará.

Necesitas

Un lugar tranquilo

Teléfonos que no suenen

Incienso

No más de diez minutos

Procedimiento

Prepara el lugar donde vas a estar. Coloca incienso natural o de lavanda que son los mejores para relajar y descargar el ambiente de tensiones. Tienes que decirte, en voz alta si hace falta, que vas a dedicar unos minutos a relajarte y conocer a tu pequeño Aladino, que no vas a permitir que nadie ni nada te interrumpa. No hay teléfono, lavadora, ropa colgada, plancha, música o timbre que pueda interrumpirte. Lo mejor es que te acuestes. Para relajarte te proponemos dos métodos:

  1. El primero consiste en tensar muchísimo una parte del cuerpo y luego aflojarla de golpe. Puedes hacerlo con todo el cuerpo, pero la tensión sería excesiva, por eso es mejor ir paso a paso. Comienza por los pies, ténsalos mucho, mucho más de lo que casi puedas soportar, aguanta tres respiraciones y luego suelta de golpe espirando y sacando toda la tensión. Repite el proceso hasta llegar la coronilla pasando por las piernas, el estómago, el tórax, los brazos, el cuello, la boca, la cara, los ojos, todo.
  2. El otro método es para quienes están más acostumbrados a relajarse. Nos acostamos, nos acomodamos bien y comenzamos por los dedos de los pies. Los sentimos relajados, su peso se va apoyando sobre la tierra, descansan. Mientras vamos inspirando y espirando. Cada vez que sacamos aire liberamos tensión, cada vez que inspiramos tomamos bienestar, oxígeno, ligereza. Seguimos por las pantorrillas, subimos por las piernas y vamos recorriendo de esta manera todo nuestro cuerpo, cada centímetro hasta llegar a la coronilla.

La primera vez que hacemos este ejercicio nos puede costar un poco más. A medida que lo hacemos iremos cada vez más rápidos.

A continuación respira a un ritmo natural, siempre inspirando por la nariz y espirando por la boca permitiendo que la misma respiración y tu cuerpo encuentren el ritmo que les vaya mejor.

Ahora cierra los ojos sino lo habías hecho ya. Imagínate bajando por una escalera. La escalera tiene diez peldaños. Cada vez que apoyas el pie en un peldaño entras más en ti y llegas más profundo.

Cuando se acaba la escalera estás en un lugar muy agradable. Observa la luz, es cálida. Estás muy a gusto. La tranquilidad, la paz son totales. Mira tus pies que se poyan sobre el suelo, una superficie suave.

Hay un camino muy bonito que conduce hasta un santuario, tu santuario, tu templo, tu lugar sagrado. Huele a pureza. Allí estamos completamente protegidos y nada, absolutamente nada malo puede sucedernos. Es nuestro cobijo sagrado.

Llama a tu pequeño Aladino interior. Cuando llegue salúdale y preséntate. ¿Cómo es? ¿Te sonríe? Espera un poco a que confíe en ti ara preguntarle su nombre ya que “Aladino” no es el suyo propio.

Pregúntale si se siente abandonado, sin escapatoria, sin suerte. Escucha lo que te dice. Acércate y tómale las manos. Mírale muy fijamente a los ojos y dile:

- “He venido para decirte que tendrás suerte”

Si no te cree, repíteselo las veces que haga falta con total convicción, con la seguridad que te pertenece porque sabes cómo se desarrollará el cuento. Puedes despedirte cuando quieras. Déjale que se marche y luego lo haces tú. Vuelves por el mismo camino. Llegas a las escaleras y empiezas a subir inspirando y espirando en cada escalón hasta la superficie. Abre los ojos. Si tienes tiempo, puedes escribir sobre lo que has experimentado.

No hay comentarios: