¿Eres un mago?




El mago llegó a su escondrijo en el bosque. Había sido un día ajetreado, estaba cansado. Guardó la capa en al armario y la varita mágica en la caja de sándalo. A continuación se sentó en su gran sillón de pétalos de orquídeas, aquel que le regalaran las ninfas como agradecimiento por su ayuda. De aquello ya habían pasado muchos años, ya ni tan siquiera recordaba cuántos. Ahora le quedaba aquel asiento mullido que le abrazaba dulcemente. El olor tenue de las orquídeas lo relajaba. Se dedicó a respirar durante unos minutos para dejarse envolver por aquel perfume. Era realmente agradable.

El Gran Mago se sentía despejado para continuar con lo que quedaba de la noche ante de irse a dormir. Justo en aquel momento llamaron a la puerta. ¿Quién sería a aquellas horas? Abrió el ojo derecho para escudriñar más allá de la puerta y no vio a nadie. Siguió buscando, no tenía ganas de levantarse de su sillón preferido, y levantó la ceja. Escuchó un ruido. Frunció el cejo y puso total atención. Dos segundos después tenía entre sus manos a dos pequeños gnomos. Eran sus amigos Gluck y Glas que venían a cenar con él sin previo aviso.

- Tenemos hambre de comida y de una buena charla contigo- dijo Gluck el cantarín balanceándose feliz
- Sí, y además nos debías una cena, ¿eh?,- se reía Glas mientras reñía al viejo amigo.
- Es verdad, es verdad, tienes razón Glas. Pero resulta que hoy...- se rascaba la cabeza el Mago
- ¡Nada de disculpas!- le interrumpió Gluck, una cena entre amigos no es cosa poco importante

El Mago les sonrió mientras pensaba en qué podía hacer sin su varita mágica que ya estaba guardada. Y se le ocurrió que aquel era un buen momento para el conjuro de los colores, que no le exigiría mucha energía. Se dirigió a la despensa con cada uno de sus amigos en cada palma de la mano. Les sugirió que elegirían los alimentos que más les apetecían, pero con una condición: cada uno debería elegir alimentos de un único color.

No hay comentarios: